Reseña de «Perramus #1», de Juan Sasturain y Alberto Breccia – Ediciones de la Flor

perramusPerramus, de Juan Sasturain y Alberto Breccia

Hay que leer Perramus en la línea de los grandes relatos que recorren la cultura argentina, en el doble sentido de las palabras. “Grandes” por su calidad y también por lo que intentan y logran abarcar: “El mal que aqueja a la República Argentina es la extensión” decía Sarmiento, y a ese mal se lo enfrenta con grandeza, decimos nosotros; “relatos” en su acepción de narraciones y también de explicaciones o interpretaciones del mundo. (De Santis ya lo sugería allá lejos y hace tiempo, en Historieta y política en los ’80: «Perramus apelaba a otra cosa, a convertirse en un relato y a borrar la diferencia -en lo que a la búsqueda de lector se refiere- entre las narraciones literarias y las gráficas»). Pero más que en el Facundo de Sarmiento hay que pensar en el Martín Fierro de Hernández  (aunque Borges prefería el primero) por lo que implica en la constitución de la imaginación de la Argentina. Y más que en El Eternauta original hay que pensar en El Eternauta II de Oesterheld y Solano López (más difícil de digerir, para muchos), o mejor en la película Los hijos de Fierro de Pino Solanas (o en las de Leonardo Favio), para no olvidar que estamos ante una historieta, un arte híbrido. Y por eso hay que pensar en otro tipo de relato, microscópico pero también inmenso e híbrido: los grandes tangos que forman un sistema y un corpus casi único, y las canciones de Charly García, piezas eternas de un museo vivo, monumentos acústicos más perennes que el bronce. Perramus es clásica y dolorosa como los tangos (¿“Volver”, de Gardel y Le Pera; “Olvido”, de Rubinstein y Amadori?), pero a la vez esperanzadora y novedosa como los temas de Charly (“clics modernos” en viñetas). 

La ida y la vuelta

Perramus1-007Hay que leer Perramus también como la aventura pura y dura que Breccia le pidió a Sasturain que le escribiera y que Sasturain efectivamente le escribió (y que sería su primer guión de historieta). En el tomo inaugural, en el que Ediciones de la Flor (2013) reúne de manera exquisita las dos primeras historias (“El piloto del olvido” y “El alma de la ciudad”), puede decirse que ya está todo, es decir, el mecanismo y el personaje y el estilo bifronte y único que hacen de Perramus una de las mejores historietas de todos los tiempos. En “El piloto del olvido” el protagonista abandona cobardemente a sus compañeros de lucha y pide casi a gritos el olvido, que le será concedido (nada más argentino que el olvido), y con él su nuevo nombre, Perramus, con el que lo bautizan sus antiguos enemigos tomándolo del impermeable que lleva puesto (nada más argentino que un Perramus). En las sucesivas aventuras y desventuras irá conociendo a sus inseparables amigos (Canelones, El Enemigo, Borges), con los que –en el siguiente episodio, “El alma de la ciudad”– emprenderá una cruzada para salvar a una serie de personas en las que descansa a su vez la salvación de la ciudad de Santa María (ciudad que invoca a Onetti tanto como a “La muerte y la brújula” y a Marechal).  

Golpe a golpe y diente por diente

Perramus1-010Hay que leer Perramus como la historia de un personaje paradójicamente olvidado e inolvidable, un hallazgo que es todo historieta: su cara de clase media o media alta, su histórico abrigo que es disfraz detectivesco y protección eternáutica contra el mal tiempo (contra los malos tiempos), su personalidad inconfundible que no se deja definir. Es un personaje complicado, porque Sasturain no (le) hace casi concesiones: le canta su tema del cobarde y del héroe, lo hace siempre difícil de asir, lo hace querible por lo deshauciado, y también triste, acompañado (el héroe colectivo de Oesterheld) y final. Sin ser el narrador de la historia (figura ausente), pero sí su guía secreta, comparte con el narrador borgeano (figura compleja) esa característica de no entender del todo aquello que está viviendo (o que se le está revelando). Y es también como el receptor del poema “Ítaca” (que el personaje de Borges cita para cerrar el cuarto y último tomo, “Diente por diente”, también editado por De la Flor), a quien se le pide que desee que el camino sea largo y que no tema a los lestrigones y a los cíclopes: porque Perramus también ha sido Nadie (un don Nadie, más nadie que nadie) y ha navegado para colmo en un barco imposiblemente bautizado “NN”. El bíblico título final, que destila venganza en el original, se vuelve casi sonriente, se vislumbra esperanzador, porque se propone reconstruir la perdida sonrisa de Gardel.

Sasturain, coautor de Perramus

Perramus borgesHay que leer Perramus como una vindicación o reivindicación de la figura de Borges y de su arte, injuriados ambos duramente y durante mucho tiempo (y hasta por gente que no lo leyó nunca). Por un lado, eso se ve en la generosa mezcla de géneros (policial y fantástico sobre todo) a la que Sasturain agrega la aventura más clásica (a través del spaghetti western, por ejemplo) y cierto realismo costumbrista, y se ve además en el respeto y la comprensión del humor borgeano, en algunas imágenes poderosas y en la perfección del resultado final. La apología de la persona de Borges, en cambio, es más compleja y más sutil: Sasturain elige hacerlo “revolucionario”, colaborador de los rebeldes que luchan contra la dictadura de los Mariscales (y tampoco se queda ciego y, como frutilla del postre, en el tercer tomo, “La isla del guano”, editado en 2014 por De la Flor, gana el premio Nobel). En esas claras y paródicas inversiones biográficas Sasturain muestra por la negativa que hay que aceptar a Borges como es pero, sobre todo, por lo que ha escrito. Del mismo modo, no nos queda otra que aceptar lo que escribe o reescribe Sasturain en Perramus: las transiciones entre un cuerpo que cae para desaparecer en el mar y un cubito de hielo que cae de las manos de un Mariscal a un vaso de whisky, una mano perfecta y simbólica de truco que homenajea al Eternauta de un modo insuperable (inigualable). Y Breccia, otro borgeano hasta la médula, tiene una claridad supina para oscurecer la narración cuando conviene y para iluminarla, de negro y ciegamente, cuando quiere perdernos. La soltura en el trazo es proverbial, así como sus caricaturescos retratos de personajes reales y su siempre magnífica puesta en página, impulsado sin duda por el talento y la inspiración sublime de Sasturain.

Mis hijos me engendraron para el juego

Hay que leer Perramus en la doble tradición posborgeana o de la herencia borgeana de los hijos espirituales de Borges (porque Borges es el gran relato argentino del siglo XX, junto con su obra): Soriano (1943) y Fontanarrosa (1944), contemporáneos de Sasturain (1945). En ellos está lo popular en su verdadero sentido, y lo argentino, lo humorístico y lo borgeano con distintos matices: con el primero (que en alguna entrevista confesó que decidió dedicarse a escribir cuando leyó a Borges) Sasturain comparte esa capacidad para la intensidad en el relato largo, que capta un momento histórico y lo plasma en una anécdota poderosa que se condensa, paradójicamente, en su amplitud; con el segundo (que ha llevado al extremo los recursos narrativos y humorísticos borgeanos) comparte el gusto por el cuento picaresco y salvaje, cerrado y perfecto, por medio del cual organiza Perramus en breves relatos autoconclusivos de innumerables resonancias.

Nunca más

perramus mariscalesHay que leer Perramus también en la coyuntura del final de la dictadura (en la que se concibió) y en el período de la recuperación democrática (en el que se publicó). Pablo De Santis ha dicho sobre esta obra, en Historieta y política en los ’80: “Perramus no es el único relato ‘negro’ que escribió Sasturain: están sus novelas policiales Manual de perdedores I y II y Arena en los zapatos. Pero si en éstas elige un modo directo de trabajar con la realidad, en Perramus eligió otro camino. Lejos de trabajar con los hechos concretos de la dictadura, trabajó con las pesadillas que ese gobierno le dictó a una sociedad. Ahí está el efecto  de Perramus, que las formas de Breccia volvieron aún más sombrío. Breccia multiplicó los grises, construyó caras memorables, trabajó con el collage que es, en pintura, una forma secreta de la cita”. Sasturain ha revelado que la idea de representar a los Mariscales (a todos los militares y a todos los colaboradores de su régimen tiránico) como calaveras fue de Breccia; el propio Breccia le confesaba a Sasturain en una ocasión que él llamaba a los héroes “cara de lata” porque esa cara es “la propia del héroe… Tienen rasgos más simples, no tan cargados como los de los secundarios”. Cara de hueso, y no de lata entonces, para los malos, calaveras que chillan y acribillan, y “ojos de plomo” también, como aquellos personajes tremendos de Mort Cinder.   

Hay que leer Perramus. Como sea.

Hernán Martignone

PD: les dejo un soneto que hice sobre esta obra reescribiendo «El remordimiento», de Jorge Luis Borges.

  1. El piloto del olvido

He cometido el peor de los pecados

Que un hombre puede cometer: he sido

Cobarde. Que los mares del olvido

Me ahoguen y me beban deshauciados.

Los mariscales juegan con su fuego

A soñar un debut sin despedida,

Porque no ven que incluso el peor ciego

Aprende a ver la sombra de su herida.

Y con las botas puestas o depuestas

O con la sangre en los zapatos rojos,

Nos cambian de calzado las propuestas

Y la misma oquedad queda en los ojos.

No me abandona, siempre está conmigo

La culpa que es mi nombre y que es mi abrigo.

Hernán Martignone

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20 respuestas a Reseña de «Perramus #1», de Juan Sasturain y Alberto Breccia – Ediciones de la Flor

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  2. El Sudaca Renegau dijo:

    wow!!!.
    Me lo dejo para leer a la noche, con un Cabsha, un poquito de ron cubano y un disco nuevo (para mi, es de los setenta) de Thelonius Monk (The Gerry Mulligan Sessions).

  3. Y cuánto duele la edición nueva? Digo, como para ir sabiendo lo que tengo que decirle a mi billetera…

    Saludos

    J.

  4. Cierto, Hernán, y si logran editar el tomo que falta, tener la colección completa sería un verdadero lujo.

    Saludos

    J.

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